El temido grupo Boko Haram, responsable de sembrar el terror en un
sector del África subsahariana y del que se especulaba un
debilitamiento, ha vuelto a aparecer con amenazas.
No obstante, se presume con justa causa una profunda división que
comienza a afectar su liderazgo. Se trata de uno de los movimientos
terroristas que más daño le han hecho a Camerún, Níger, Nigeria y Chad,
que han vivido bajo la constante amenaza desde hace unos cinco años.
También, aunque con menor incidencia, su actividad tuvo mucho que ver
con el debilitamiento de Malí, al borde del colapso en 2013.
Con
el anuncio reciente del Estado Islámico (EI) sobre un relevo en Boko
Haram, la ruptura sería inocultable. El nuevo líder designado es Abou
Musab Al-Barnawi, en reemplazo de Abubakar Sherkau, a quien se
consideraba herido o muerto. En este cambio se vería una influencia
notoria del EI sobre el grupo africano. Buscando internacionalizar su
causa, Boko Haram comenzó acercamientos con Al Qaeda en el Magreb
Islámico (AQMI), principal filial de esa red en el norte de África. Los
vínculos entre Al Qaeda y el EI no son muy claros, pues se habla más de
disensos que de alianzas. No obstante, en marzo de 2015, y aprovechando
la visibilidad del Estado Islámico, Boko Haram se declaró parte del
mismo, convirtiéndose en uno de sus tentáculos para la zona del Sahel.
¿Buscan lo mismo el Estado Islámico y Boko Haram? Como lo recuerda Joan Tilouine, del diario Le Monde,
se trata de dos proyectos bien diferentes y difícilmente
reconciliables. Abu Bakr Al-Baghdadi, cabeza del EI, busca el
establecimiento de un califato, reviviendo el debate de siglos entre las
principales facciones del islam acerca del sucesor del profeta. Boko
Haram, entre tanto, anhela el Sultanato de Dios del Imperio de
Kanem-Bornou del siglo VIII, que cubría parte de Camerún, Chad, Níger y
Nigeria.
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